Masushieru

22 septiembre 2006

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrer�as y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquer�as me hace llorar a gritos.
S�lo quiero un descanso de piedras o de lana,
s�lo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercader�as, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis u?as
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo ser�a delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Ser�a bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de fr�o.

No quiero seguir siendo ra�z en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sue?o,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada d�a.

No quiero para m� tantas desgracias.
No quiero continuar de ra�z y de tumba,
de subterr�neo solo, de bodega con muertos
ateridos, muri�ndose de pena

Por eso el d�a lunes arde como el petr�leo
cuando me ve llegar con mi cara de c�rcel,
y aulla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas h�medas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapater�as con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay p�jaros de color azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de verguenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas
que lloran lentas l�grimas sucias.

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